Tras mi propio rastro- Hechizos

sábado, 29 de enero de 2011

Cuando pienso en ti, mis manos -mi cuerpo- se vuelven hostiles y fríos al resto de los vivos (tú estás como muerto). Siempre sospeché que te gustaba más que yo fuera una desconocida, siempre he creído que te emocionaría más imaginar mi sonrisa que tenerla desbordante y grotesca enfrente o me estoy volviendo paranoica. Una extraña se equivoca menos, no muestra su rostro descompuesto en la mañana; las extrañas son una estatua negra con perfil altivo.
En asuntos paralelos: ya me harté de los perros, quiero un gato.

lunes, 24 de enero de 2011

Historia parcial de mi vida II

Hace muchos, muchos días, la marea me abandonó a la orilla de una playa fría... La primera vez que dejé la escuela estaba tan congestionada en lágrimas y mocos que mi cerebro estaba atrofiado, inundado de basura. Para cuando recuperé la noción del tiempo pesaba varios kilos menos, mi piel era un desastre, había matado buena parte de mis neuronas, estaba sola, seca y vacía. Tardé mucho en darme cuenta de lo estúpida que fui al intercambiar la pena de un so llamado amor por -no sé- por nada, y aun más lo idiota que fue convertirme en un fantasma para mí, para todos. (Y lo dije, sinceramente, sin afán de sonar melodramática). Pero el amor, el amor hechizo en el que creemos, nos atraviesa sin consideraciones, más bien con ironía, y nos deja tendidos en medio del escenario sangrando falsa sangre.

Continuará

lunes, 17 de enero de 2011

Historia parcial de mi vida I

Yo estaba ebria; había ido a una fiesta que resultó ser en tres cuartos y el estacionamiento de un hotel barato (y ahora me pregunto qué demonios hacía en esos lugares). El escenario era horrendo: unas cuantas unidades esparcidas en un terreno arenoso lleno de chatarra y mal iluminado, como cabrá esperar. Llegamos temprano, pero no pasó mucho hasta que la gente comenzó a presentarse y en los cuartos se formó una densa nube apestosa, producto del humo de quién sabe qué sustancias. Aburridos, nos pusimos a jugar en la parte de atrás de uno de los cuartos, estaba obscuro y el juego era un pretexto ridículo para meter la lengua en la boca de los demás... Tú llegaste dando gritos -te escuché antes de verte- y cuando nos viste no hiciste más que maldecirnos. Nerviosa, me disculpé; no me escuchaste, fui tras de ti; te subiste al carro y te fuiste. Recuerdo lo tersa que era tu piel, me pregunto si aun lo es, recuerdo tus pequeños dientes y tus pequeños labios que junto a aquellas redondeadas mejillas formaban una entrañable sonrisa, y me pregunto ahora si realmente eras tan hermosa, sensual y especial como te recuerdo. Han pasado años y ésa fue la última vez que te vi.

jueves, 13 de enero de 2011

Desolación

Me siento con las piernas cruzadas en la cama, bajo el volumen de la música... Hace mucho frío, hace más frío aquí adentro que afuera, no quiero bañarme. De todas las cosas que pienso, quiero o me lastiman, no vale la pena hablar; son demasiadas, son muy complicadas, y, comienzo a creer que sobre todos los adjetivos, el más adecuado es "ridículas". Estoy como en una playa vacía, el sol se ha ocultado y la marea sube y viene hacia mí, y yo grito y busco con la vista a alguien, mi cuerpo permanece entero e inmóvil bajo la arena. 
A este lugar le hacen falta algunos cuadros en las paredes, tal vez así dejaría de tener la sensación de que pronto me voy a mudar. Algo de color y más luz es lo que necesita este departamento.

martes, 11 de enero de 2011

Un café

Decimos que de esto se trata la vida; un café regado bajo los pies de un grupo de mujeres estridentes y mitoteras y un joven mesero con ganas de matarlas a todas (o tal vez soy yo), un grupo de mujeres tontas y mal vestidas preguntando a una niña que no sabe hablar "¿quién lo tiró? ¿quién lo tiró?" y una niña sentada en el regazo de quién supongo su padre que abre mucho los ojos, balbucea y mueve las manos sin ver a nadie. O tal vez una pareja, al lado, uno intentando escribir un manifiesto; logrando únicamente terminarse el café, y otro intentando decir algo, en sus afanes de trascendencia, de lo que pasa mientras espera.  

sábado, 8 de enero de 2011

La grasa acumulada

Son tan felices. Hacen todo juntos, van a comer, ven películas, sacan al perro, leen en un café, critican a los amigos mutuos durante horas sentados uno al lado del otro en la vía pública-uno enfrente del otro en casa, se dicen que se quieren, dicen que se aman, a veces toman baños juntos y el cuarto de baño se llena de vapor -afortunadamente el agua caliente nunca se termina-, por las mañanas se sabotean para no salir de la cama; a veces llega una taza de té hasta el buró, en las fiestas uno se cae de borracho y el otro lo pone a salvo en el baño o en la recámara, hacen planes, van a la playa, hablan de más perros e incluso hijos humanos, terminan las frases del otro... Bien podrían decir que el tiempo no pasa cuando están juntos, que todo este tiempo ha sido como un segundo, excepto que la felicidad se ha hecho notar físicamente y has subido dos tallas.

viernes, 7 de enero de 2011

Las lágrimas no lloradas

Hay muchas sucesiones fantásticas en mi vida. Tiras y tiras de negativos, una película irrevelable que adivino contra la realidad que corre ordinaria y tediosamente continua. Me recuerda a esos zapatos que siempre están agotados, siempre con un letrero en letras rojas anulando la imagen.
Y hay días en que la frustración crece tanto que no me dan ganas de nada, no quiero leer, ni hacer ninguna de las cosas productivas que me veo haciendo en una vida paralela; me tumbo frente al ordenador y juego juegos estúpidos y leo cosas estúpidas, veo fotografías que rememoran las cosas que quisiera para mí. Tantos colores y formas sin nombre ni cuerpo.
Estoy cansada. Puse chocolates dentro de una taza, guardé mis collares en la bolsa de noche que no usé, los regalos están dispuestos junto a mi maleta, extravagantes y festivos... Yo, sentada en la cama, soy tan absolutamente despreciable que me he convertido en la imagen absurda y desechable de alguien más para mí misma, sólo para no admitir que...

jueves, 6 de enero de 2011

Wisteria


El gato andaba cabizbajo entre las ramas ennegrecidas por la sombra nocturna. El parque estaba vacío de perros y niños y adultos cuidándolos; era la hora de los insectos. Iba despacio contoneándose, atento al chillido constante del columpio y al de las hojas arrastradas por el viento, listo y ansioso de dar un zarpazo, morder un cuello. Miraba al frente sentencioso, con aquellos ojos profanos brillantes. Sus ojos brillaban, representantes de su cuerpo ahogado en el negro, brillaban sólo por si alguien los estaba viendo. El gato no salía durante el día, merodeaba los días y las estaciones bajo tutela de la madre de los mares. Saltaba de un árbol de noche, caminaba como de puntillas sobre la barda, saltaba otra vez, aterrizaba en el patio de una pequeña vivienda donde debe haber vivido el cómplice que lo alimentaba. Se quedaba sentado, contemplativo, frente a la ventana. Algunos dirán que veía nostálgico hacia adentro, yo digo que sólo miraba su reflejo.