Tras mi propio rastro- Hechizos

domingo, 9 de diciembre de 2012

Jugada

Quedamos en encontrarnos en un café a las siete de la tarde. Yo llegué temprano y estuve leyendo a Cortázar mientras esperaba. Lo vi llegar, revisé el reloj: llegaba tarde. Se sentó, me pareció divertido quedarme sentada y pretender no haberlo visto y que se parara a revisar de nuevo el lugar y me encontrara ahí, absorta leyendo a Cortázar y reaccionar sorprendida cuando tocara mi hombro. 
Lo veía de reojo, vi cómo sacó un libro y se puso a leer. Una masa humana prominente le impedía verme, lo supe porque yo podía verlo desde un ángulo que hacía el brazo apoyado en la mesa de la masa a través del que él no podría haberme visto, primero por la posición de su silla, segundo, porque estaba inmerso en su libro. Pasaron diez minutos, los conté. El juego ya no era divertido. Me levanté, fui hasta su mesa y muy indignada, por saludo le reclamé que no sólo llegara tarde sino que encima no me viera. Peleamos. 

domingo, 17 de junio de 2012

Domingo lluvioso

Estaba nublado desde que desperté, pero no llovía aun. Postergué el paseo de Reiko todo lo que pude, esto es, hasta que comenzó a chillar alrededor de mí mientras hablaba por teléfono y corría a tocar su cadena con la nariz y luego se sentaba junto a la puerta, haciendo ruidos que yo interpreto como mezcla de reclamo, desesperación y entusiasmo. Muy parecido a la película de 101 dálmatas, excepto que yo no componía ninguna pieza musical, solo iba de una página a otra en internet y nutría mis boards de Pinterest. 
Comenzó a llover poquito e ingenuamente me dije que era hora de ir, antes de que empeorara el clima y el humor de Reiko. Salimos. Conforme avanzábamos las cuadras que nos llevan al "parque" (no se puede hablar de parques en esta área del Centro) la lluvia se volvió más intensa y regular. 
En la calle de Regina (el parque) me senté en un rectángulo seco gracias a la terraza apenas saliente de algún departamento arriba y le quité la cadena a Reiko. Ella se sentó a mi lado. Las dos veíamos cómo la lluvia no paraba y mantenía y ampliaba su espejo sobre los adoquines, o al menos yo lo veía, Reiko quizás veía al otro perro con sus amos, a varios metros, resguardados los tres en la entrada de un edificio.
Caminamos un poquito más bajo la lluvia hasta el área verde, creí que quizás no le importaría mojarse a cambio de correr un poco, pero corrió un poco y de inmediato volvió conmigo a donde no caía tanta agua y se sentó; después de todo no es el perro intrépido que yo creo que en el fondo es. 
Así que volvimos a la franja seca, como cucarachas, y regresamos a casa.

sábado, 9 de junio de 2012

Ventana y terraza

Cuando abro la ventana Reiko se asoma la primera vez muy entusiasmada, alarga el cuello hacia afuera y mueve la cola, se queda ahí un momento, absorbiendo -yo supongo- la luz, los olores, los ruidos. Después regresa a recostarse en algún rincón del departamento y vuelve con intermitencia descuidada al cuadro de afuera.
A veces, en la terraza que se ve desde la misma ventana, la de un departamento en el piso de abajo, ronda otro perro. Reiko debe escuchar el tintineo de sus uñas cuando sale y camina sobre las losas de cerámica, porque de inmediato da un salto y corre hacia la ventana. Se miran, no ladran, no gruñen, no chillan. Permanecen quietos mirándose, con la noción de que algún tipo de vacío los separa, yo diría la muerte, pero ellos simplemente no saltan para tocarse. No son tontos. Tienen en medio escasos siete metros de aire y ninguno de los dos se inmuta porque no los puedan atravesar para mordisquearse las orejas y correr el uno tras el otro.
Una gaita toca frenética y repetitivamente la melodía de "Cielito lindo", y si yo tuviera colmillos y fiereza me lanzaría y le despedazaría la garganta al sujeto que la hace sonar. 

viernes, 25 de mayo de 2012

Síntoma

De alguna forma yo sabía que tú sabías que hoy no era un buen día para mí. Hoy no es un buen día. Si hubiéramos ido a cenar yo habría sido grosera con el mesero, habría cuestionado tu elección de atuendo, habría dicho que tengo náusea y mi plato se habría ido conmigo en un envoltorio a casa. Debiste notarlo por la mañana, cuando comencé a vestirme para salir, frente a la cama, mientras tú seguías acostado, y yo no quería más que regresar a tu lado y tener sexo y dormir de nuevo. 
Lloré mucho, soñé con mi madre y desperté segura de que mi hermano había muerto hace algunos años y yo había estado negándolo hasta hoy, tuve que concentrarme para comprobar que no fue así, todavía me lastima la certeza rebatida, la herida fue real por un rato. Duele. 
Dormí con una ventana abierta y sonó "Where's your head at" no sé si solo en mi cabeza o si la pusieron en el local de la esquina, abajo, en la calle. 
Tú yo yo no hemos hablado, yo estuve dormida y llorando toda la tarde, debes ir por ahí seguro de que no hace falta hablar hoy porque mañana ya habré olvidado y porque ya sabes que hoy lo único que puedo hacer es hablar incesantemente de lo mal que me siento y lo mal que van las cosas y lo mucho que extraño a mi hermano, que no ha muerto, y que necesito reajustar mis medicamentos y esto, ya lo sabemos. 
El día ha sido tan malo y lo que yo no sé -pero sí sé porque yo lo sé todo cuando escribo- es si pudo ser distinto, pero entonces confío en que tú sabrías y me tranquilizo. 

jueves, 5 de abril de 2012

Tornar

El duelo había sido escurridizo y engañoso, las justificaciones fueron varias, incluso a veces ridículas, pero daba lo mismo, se trataba sólo de creerlas por un ratito para establecer abismos y no volver. Ahora cuando lo piensas crees que alguien ya te lo dijo alguna vez y no lo creíste: al menos una de las canciones que eran tus favoritas, las favoritas de ambos, las que cantaban por turnos cuando iban de viaje, las que te ponían de buen humor, las que te hacían sonreír; ahora te hacen llorar. La voz de tu cabeza repite como en eco lo que acabas de descubrir, le otorga la fatalidad del presagio, lo que sea para no echar carrera de vuelta y regresar. Las lágrimas son las únicas que tienen permiso de correr porque no regresan.
Unos vecinos tres pisos abajo están sentados en su terraza, bajo mi ventana, y gritan que "está muy cabrón", y yo estoy de acuerdo, aunque ellos son unos perfectos imbéciles. 
Alguien te dice que a veces tu rostro se torna malvado, y te preguntas, tirada en la cama, si no te habían ya dicho esto antes.

sábado, 24 de marzo de 2012

Burocracia del recuerdo

Los recuerdos se clasifican por sí solos. Supongo que hacen reuniones semanales y se agrupan según algún parámetro secreto que deciden, sobre el que nuestra vida cotidiana va marcando una sutil influencia. A veces me sorprende como banalizan y reducen a las personas bajo etiquetas tan simples: "fuimos amigos", "estuvimos enamorados", "dormimos juntos un par de veces", "el sexo no era tan bueno", "su inteligencia era insuficiente", "no lo recuerdo, no lo recuerdo". Puede hasta resultar indignante darte cuenta de que las personas más preciosas han sido reducidas a tags cursis, a etiquetas clichés, pero así funciona, así es más fácil. No podemos guardar el peso de tantas sutilezas.

domingo, 4 de marzo de 2012

Gris de noche

Los paseos nocturnos de Reiko se han convertido en más que mera responsabilidad como dueña, es mi oportunidad diaria de reconciliarme con el Centro Histórico. Caminando, encuentro a los durmientes bultos variopintos sembrados entre las macizas columnas de roca frente al Zócalo; una cuadra entera de gris, paredes rojizas, pero apagadas, banqueta de cemento, botes de acero, y junto al bote una festiva cajita de La Ideal, con motivos azules y blancos, ligeramente salpicados de rojo; más adelante, junto al bote de la basura otra vez, botellas de licor barato y después; una mujer leyendo, sentada en la maceta de un árbol de tronco gris, leyendo, extrañamente, a la luz de un farol en mitad de la noche. La gringa vagabunda, por el final de otra cuadra, intentando estafarme por enésima vez. Y ya llegando a la calle de Motolinia surge una incesante comezón en el pezón izquierdo que exige mi mayor creatividad apaciguar. Hay días en que todo esto resulta inspirador y pienso que si escribiera algo, tendría que ser sobre las impresiones que tengo de este lugar.

domingo, 19 de febrero de 2012

Post-Valentine's

No sabemos rastrear las diminutas conexiones que desatan el derrumbe; el atractivo y decadente "efecto mariposa". Hablamos, sin saberlo, de muchas cosas, alguna vez se trató de ayudar a los amigos a elegir flores para sus novias, las canciones de ruptura, las canciones para un mes después de la ruptura: que pueden ser las mismas. Ropa interior complicada, incómoda, una cena, chocolates con relleno de cereza.
Ser la peor pareja no importa, porque el amor se trata -en cierta dimensión- de ilusión, la ilusion de que existe el equilibrio, de que dos personas (que luego caerán al pozo por separado) podrían haber compartido una vida larga de pasión y amistad.

Orgasmos frustrados, llanto vulgar de despedida de domingo, llanto vulgar de despedida en el aeropuerto, llanto legítimo de orgasmo frustrado, llanto legítimo de quiero un cachorrito, llanto vulgar de no sé qué hacer con mi vida.

Las cenas que se van acumulando en el infinito, las mejores y las peores, las conocemos porque a veces, a la mitad del día, viajando en el metro, las imaginamos. Pastelitos, chocolates, cerezas, dulce, dulce, dulce... Llamadas telefónicas y pleitos telefónicos, y el "te extraño" necesario que nunca conoció el aire. Una llamada más justo después de colgar, para de nuevo no poder decir que... Y luego volver a colgar y sentirte enojada y escuchar a Billie Holiday y llorar por tu impotencia mientras limpias la cocina porque el amor se disuelve en la vida cotidiana.

Hay que poder tomar el pulso del tiburón y no temer anunciar su muerte.

lunes, 13 de febrero de 2012

Copiando

Tengo muchas cosas que hacer y no me alcanza el tiempo se me terminaron los antidepresivos y prefiero dormir. Me pasé el día trabajando twiteando, organizando mis papeles probándome ropa; estoy cansada, estoy enferma. No puedo escribir, no vale la pena. Aparte de esto, no sé qué más : te extraño encontré una fotografía que quiero enseñarte.

jueves, 9 de febrero de 2012

Perder

Despiertas y Portishead ya suena en tu cabeza, es raro, la última vez que pusiste uno de sus álbumes fue hace ya algunos meses, casi un año. No estás segura de por qué ahora de nuevo, aunque bastaría un análisis superfluo y te lo explicarías, y luego irías a twittear para decir algo irónico al respecto. Pero no es el caso, porque tu vida, la de afuera, la funcional, se está derrumbando y te duele la cabeza, el cuerpo; incluso tal vez el alma. Sientes el cuello entre frío y caliente y el estómago pareciera estar retándote a que pares sus ambiciones gimnásticas. No hay vómito, sólo mucha saliva y muchas ganas de llorar, pero tampoco hay lágrimas.

jueves, 19 de enero de 2012

Llaves

Reescribiendo la historia, habría tenido que pronunciar -como hablándole a la nada, sentada frente al ordenador en un café, reflejando en mis anteojos páginas sin corregir aun- "el universo me da miedo". 
"El universo me da miedo" -dijo- y era la única frase acertada, aunque había venido de no sabía dónde, en un acto violento. Volteaba a la mesa de novedades, buscaba un libro de tapa dura, guinda, que había visto la última vez de ese lado del rectángulo. No se veía. Corrigió una hoja y salió apresurada de la luz tenue de las mesas hacia los iluminados estantes de libros. Revisó con cuidado el costado izquierdo del aparador. Ningún libro guinda. El resto de los lados tampoco lo albergaban. Dio un vistazo rápido a la sección de Literatura Universal, en la S. Ningún libro guinda. 
Volvió a la mesa y pensó de nuevo en la lista de libros, sólo faltaba La campana de cristal, decía bromeando, después de eso podía suicidarse en paz.
Como si hubiera paz "y no más bien nada" habría tenido que decir entonces, irónica. 
Unas horas después regresó a casa y el timbre sonó, se alegró de recibir visitas inesperadas, acudió sonriente a responder el auricular. Sin sorpresa se percató de que era la portera, anunciando que había cerrado la llave del gas porque su departamento debía tener alguna fuga, ella misma; la portera, había realizado una investigación que lo confirmaba. Parpadeó, seguramente, y volteó a ver el horno. Una de las perillas estaba abierta, abajo de la tetera, silenciosamente perversa. La cerró. Pidió a la portera que reabriera la llave, aun cuando su recibo estaba vencido. 
Su mascota estaba sentada cerca, frustrada y cansada de su existencia, tal vez. Ella siempre ha absorbido mejor la poesía de la vida.

jueves, 12 de enero de 2012

Alarma

Cuando Reiko era cachorra aprendió, en sus horas de soledad y esperanza cuando se quedaba sola en el departamento que compartíamos los tres, que cuando el "beep" particular de la alarma de Jeep sonaba, seis pisos abajo y afuera, nosotros, o al menos él, acababamos de volver. Lo sabíamos porque, como reacción a tal alegría, Reiko comenzaba a chillar y era posible escucharla justo después de que las puertas de la camioneta se habían cerrado y la alarma había sido echada. 
Tres años después, otro departamento y Reiko sigue chillando, expectante, cuando escucha ese sonido, ocho pisos abajo. Se queda esperando junto a la puerta un rato y después vuelve al olvido, siempre de noche; porque en el centro no se escuchan alarmas sino hasta ya entrada la noche y yo, que no puedo dormir y sin la esperanza de que alguien venga de vuelta, también me pongo a chillar.