Estaba nublado desde que desperté, pero no llovía aun. Postergué el paseo de Reiko todo lo que pude, esto es, hasta que comenzó a chillar alrededor de mí mientras hablaba por teléfono y corría a tocar su cadena con la nariz y luego se sentaba junto a la puerta, haciendo ruidos que yo interpreto como mezcla de reclamo, desesperación y entusiasmo. Muy parecido a la película de 101 dálmatas, excepto que yo no componía ninguna pieza musical, solo iba de una página a otra en internet y nutría mis boards de Pinterest.
Comenzó a llover poquito e ingenuamente me dije que era hora de ir, antes de que empeorara el clima y el humor de Reiko. Salimos. Conforme avanzábamos las cuadras que nos llevan al "parque" (no se puede hablar de parques en esta área del Centro) la lluvia se volvió más intensa y regular.
En la calle de Regina (el parque) me senté en un rectángulo seco gracias a la terraza apenas saliente de algún departamento arriba y le quité la cadena a Reiko. Ella se sentó a mi lado. Las dos veíamos cómo la lluvia no paraba y mantenía y ampliaba su espejo sobre los adoquines, o al menos yo lo veía, Reiko quizás veía al otro perro con sus amos, a varios metros, resguardados los tres en la entrada de un edificio.
Caminamos un poquito más bajo la lluvia hasta el área verde, creí que quizás no le importaría mojarse a cambio de correr un poco, pero corrió un poco y de inmediato volvió conmigo a donde no caía tanta agua y se sentó; después de todo no es el perro intrépido que yo creo que en el fondo es.
Así que volvimos a la franja seca, como cucarachas, y regresamos a casa.