Tras mi propio rastro- Hechizos

domingo, 9 de diciembre de 2012

Jugada

Quedamos en encontrarnos en un café a las siete de la tarde. Yo llegué temprano y estuve leyendo a Cortázar mientras esperaba. Lo vi llegar, revisé el reloj: llegaba tarde. Se sentó, me pareció divertido quedarme sentada y pretender no haberlo visto y que se parara a revisar de nuevo el lugar y me encontrara ahí, absorta leyendo a Cortázar y reaccionar sorprendida cuando tocara mi hombro. 
Lo veía de reojo, vi cómo sacó un libro y se puso a leer. Una masa humana prominente le impedía verme, lo supe porque yo podía verlo desde un ángulo que hacía el brazo apoyado en la mesa de la masa a través del que él no podría haberme visto, primero por la posición de su silla, segundo, porque estaba inmerso en su libro. Pasaron diez minutos, los conté. El juego ya no era divertido. Me levanté, fui hasta su mesa y muy indignada, por saludo le reclamé que no sólo llegara tarde sino que encima no me viera. Peleamos.