Tras mi propio rastro- Hechizos

lunes, 28 de febrero de 2011

Reconocimiento

Yo soy de las personas que se suben al elevador y dan, como león enjaulado, vueltas en el estrecho espacio hasta que las puertas nos liberan en la altitud predeterminada. 

sábado, 19 de febrero de 2011

Cintura estrecha

A algunas personas la inteligencia sólo les alcanza para tomar una buena decisión. Unas tienen una oportunidad al mes, otras al año y así hasta que se extiende a una sola por vida. A veces la única buena decisión que toman es quedarse calladas, a veces (en completa ignorancia de la propia estrechez cerebral) utilizamos nuestra chispita especial a la hora de elegir un vestido, unos zapatos o una pose para la cámara.
Me atrevo a decir, queridas personas, que la mayoría de ustedes no puede hacer más de 3 buenas decisiones mensuales, y les aconsejo: úsenlas con ayuda de alguien más listo.

domingo, 13 de febrero de 2011

Luces

Espero obscuridad cuando el elevador se detiene, me preparo para recibir obscuridad en ese segundo en que tardan las puertas en abrir cuando llega mi piso, pero cuando lo hacen, mis ojos encuentran una luz, una sola de las cuatro, prendida. He hablado infinidad de veces con la portera y siempre me dice que ya va a venir alguien a revisar el detector de movimiento, luego se compone por un tiempo y después vuelve a su tétrico comportamiento. Es posible que tenga un fantasma vigilando mi puerta. Hoy la pared blanca frente a las lámparas se veía amarilla y el cuadro sugería formas geométricas que yo no sé nombrar, sólo sé que me asusta que una luz permanezca siempre prendida, atenta a un movimiento invisible que no cesa y que el resto de ellas no responda igual a mi insignificante andar por los pasillos.

sábado, 5 de febrero de 2011

Reconocer (primera parte)

La conocí en un mes muy caluroso: agosto. Teníamos amigos en común y en una fiesta terminamos conversando aisladas y borrachas acerca del curso de la vida, las coincidencias mágicas y nuestro signo zodiacal. 
Hacer amigas, hay que decirlo, nunca ha sido mi fuerte; termino huyendo, muchos hombres dicen que por inseguridad, yo digo que no puedo dejar de competir y resulta exhaustivo. Pero curiosamente este no fue el caso. Los planetas estaban armónicamente alineados y comenzamos una relación fecunda y alegre.
La vida pasaba. Nosotras nos contábamos, la mayor parte del tiempo, nimiedades cómicas o anécdotas trascendentes; estas últimas con recelo. Cada quien se enamoraba y desenamoraba conforme la Luna dictaba, y un buen día se ató una soga al cuello y se paró sobre un banquito delicadamente tallado en madera: había encontrado a un hombre con el que quería estar "de verdad".
Pasábamos mucho tiempo juntas y su presencia era para mi olfato una nube de perfume y productos aromáticos, la olía a la distancia y cuando se iba, sus aromas tardaban más en desaparecer.
Ese día llegó agitada y sonriente, nos pusimos a acomodar unas cosas, tuvo que pararse en una silla y percibí ligeramente un olor conocido. Inhalé más hondo y no pude contener una sonrisa de complacencia al reconocer en ella el olor que tantas veces había detectado en mí luego de múltiples encuentros de placer y orgasmos; olor a semen acumulado.

jueves, 3 de febrero de 2011

Monstruos contemporáneos

Amanecí en mi departamento, lleno de muebles volteados y cosas regadas por el suelo; libros y cuadernos deshojados, fotografías rasgadas, discos quebrados, recuerdos rotos... La ropa que traigo puesta es la misma con la que salí anoche, sólo que sucia, muy sucia y arrugada, como paseada por la banqueta tirada por un cordón. Me duele la garganta.
No encuentro a nadie, no contestan el teléfono, todos ellos me han abandonado. Al evocar sus rostros y personas vienen también ráfagas de imágenes confusas: sus rostros de disgusto, preocupación y espanto; gente rojiza bloqueándome en semicírculos; puertas lejos a las que me acerco; aceras; portales; cables de luz... su rostro. Intento tomar un vaso para servirme agua y me percato de cuán dolorido tengo el cuerpo y, de nuevo, el dolor trae ancladas consigo sensaciones: forcejeos, alaridos, golpes, me retuerzo entre los brazos de una masa dura sin rostro y la maldigo con mi último aliento.
Dicen que fui yo, que yo hice todo esto, que también corrí tambaleante al cruce de caminos y ofrecí mi alma por unos kilos menos, que me arrastré por las calles lamentando mi vida, que golpeé vengativamente a quienes vinieron en mi ayuda, que violé la armonía de mis pertenencias y quise tirarme desde la ventana. Eso dicen, yo creo que no es cierto, yo no haría nada de eso.