Foto de Manuel Marañón http://www.underdogph.com/ |
Tenía que suceder esa noche. Las entrañas de él supieron que era la mujer indicada, que, probablemente no habría en todo el bar otra mujer hermosa a la que no hubieran ya sometido los arrebatos de los enamorados.
Ella no se preguntó demasiado; estaba tomada por el deseo. Los puntos claves habían sido llenados: era guapo dentro de sus estándares, tenía una conversación llena de toques sardónicos, la encontraba atractiva y estaba evidentemente interesado en lo que tenía que decir.
Pasaron los meses y el "sexo apasionado" comenzó a ser tomado por apasionadas discusiones acerca de los más absurdos asuntos y adelante los bramidos de desacuerdo reinaron sobre sus mentes y oídos. No pasó mucho y los objetos comenzaron a destrozarse contra las paredes, pisos y extremidades. No pasó mucho más cuando las extremidades comenzaron a destrozarse contra el cuerpo del otro. Y entre todo el bullicio, los escombros y esa cadena tirada por la fuerza del amor, recordaba aquellas palabras interrogativas deseando poder decir otra vez que no.