Tras mi propio rastro- Hechizos

martes, 3 de diciembre de 2013

Casi miércoles

Reiko se ligó a un argentino bastante guapo en la entrada del Oxxo. Parece ser que mi perra atrae al tipo de hombre que a mí me gusta: alto, cabello ligeramente cano, ojos verdes y dispuesto a discutir con el cajero por trivialidades en torno a un encendedor. 
Se acercó a ella cuando intentaba dejarla sentada junto a la puerta para poder entrar y comprar una lata de comida para perro y una botella de agua. Desde la semana pasada la comida de Reiko se terminó, y como mi portera estuvo de vacaciones, hace cuatro días que el garrafón de agua se vació y he sobrevivido comprando botellitas caras. Todos los días bajo a comprar esas dos cosas. 
Entré al Oxxo, fui primero por la comida de perro y luego por el agua y a lo lejos veía cómo el guapo se ponía de rodillas para abrazar a mi perra. Vi sus zapatos porque no me atrevía a verle la cara, tan atractiva como era, temía fracasar en mi intento por disimular fascinación igual que fracasé antes en el intento de hablar cuando primero se acercó a saludar.
Esperaba que mi tarjeta resultara aprobada. A unos pasos veía cómo ponía su cabeza junto a la de ella y la acariciaba, Reiko movía la cola, la misma Reiko que unos minutos antes estaba meando como machorra las esquinas de todos lados en Gante, mientras yo me sentaba a verla, asegurándome de que, en celo como está, no huyera con algún tipo guapo de mediana edad y me dejara ahí sola, parada en la caja de un Oxxo, con la hoodie negra y vieja llena de pelos, con la cara de cansancio y el cabello desgreñado, seguramente.