Tras mi propio rastro- Hechizos

jueves, 29 de agosto de 2013

Las formas misteriosas

Las bragas tienen un promedio de vida corto. Tienen un potencial altísimo de perderse y de arruinarse, las muy bonitas se rasgan con el más leve jalón, con la más leve muestra de entusiasmo, en las lavanderías simplemente desaparecen, anónimas, en el torbellino de prendas íntimas que une a unos con otros en perfecta armonía. Nadie cree que sea posible, (pero acabo de escuchar a mi vecina de un piso abajo gritarle a su perro que ladraba "¡ya!"), pero en situaciones de prisa o de incomodidad salimos corriendo de casas desconocidas sin calzones, esperando que en nuestra ausencia nos representen con dignidad. 
Alguien tocó a mi puerta por la tarde, era una chica con un acento sudamericano que no logré identificar. Reiko le saltó en la cara y la hizo retroceder muchos pasos en el pasillo. Venía a preguntar si podría usar mi secadora de ropa, mintió sobre sus razones, por supuesto, pero esas cosas no se niegan. Sobre todo si alguien tiene la desvergüenza de preguntar. 
Cuando fui al cuarto de lavado encontré sus pequeñas bragas azules de encaje en el piso, prueba última de que no eran las sábanas de su anfitriona lo único que quería secar, junto a ellas había un calcetín. Tomé ambos trapos y me dirigí a su puerta con una sonrisa irónica en el rostro -sospecho-. Nadie abrió la puerta, toqué de nuevo, Reiko movió el tapete de bienvenida. Nadie respondió. Dejé sus prendas colgadas de la chapa, en memoria de todos los calzones que aún lamento haber perdido.