Tras mi propio rastro- Hechizos

sábado, 15 de marzo de 2014

Disfraz

Tardé en darme cuenta, pasaron unos quince minutos en los que caminé y tomé el metro hasta que me percaté de que algo extraño ocurría con mi atuendo. No era sólo el que nadie más en el vagón dentro de mi rango de edad trajera una especie de conjunto de falda y blusa con el cabello recogido en una cola de caballo invertida, al verme reflejada en los cristales de la puerta junto a otras tres chicas me sentí absolutamente desentonada; fuera de lugar. Había una especie de solemnidad ridícula en el cuello alto de la blusa y los botones de perla de sus puños. Todo rematado por unos loafers poco amistosos.
Total: me dirigí a mi destino portando lo mejor que pude mi desfase temporal. En el centro comercial no me sentí más cómoda, así que decidí soltarme el cabello esperando quitarme algunos años de encima. 
-¿Mejor?
.¿En qué sentido?
-¿Parezco menos anciana?

Mi novio simplemente sonreía mientras yo maldecía y clamaba por los mejores tiempos en los que la gente se tomaba en serio lo que se ponía, aunque en realidad deseaba volver a mi casa para ponerme unos pantalones de mezclilla, una sudadera y borrarme la puntiaguda y gruesa línea negra que se elevaba sobre mis párpados.
Para romper la maldición y dejar claro que no carezco de sentido del humor, opté por comer una rebanada de pizza acompañada de una Pepsi. Al volver con la charola a la mesa, él simplemente comenzó:
-Había una serie porno en los ochentas de colegialas en la que, bueno, las señoritas llegaban a la escuela muy vestidas, así como tú y luego...
-Sí, me imagino. Me imagino.