Tras mi propio rastro- Hechizos

lunes, 31 de mayo de 2010

Eterno consuelo

Se terminaron las noches agobiantes de tormentosos sentimientos y dolores.
Hubo un roce de palabras; una madrugada se encontraron dentro de la misma carrera de incesantes murmullos quejumbrosos, en una llamada telefónica, el "odio" y el "orgasmo" (no conseguido), chocaron, se tocaron, y en la chispa se vino la esperanza de alegría.
Lo siguiente fue otra llamada, al psiquiatra. Con el psiquiatra fue de nuevo llorar y decir "no puedo más" y esas fueron las tres palabras que me dieron acceso al papel ansiado: receta médica. Así como a otros compromisos y torturas: jalones de pelo, insultos a mi inteligencia e infinitas citas para resolver el problema "real"-dícese con eco fantasmal.
Mientras mi verdadera cura se erige en un espacio de agenda; una dos tres cuatro... siete ocho.. nueve (por gusto) gotitas caen en mi jugo, que ya no puede ser té gracias a otros padecimientos, y aseguran el sueño noche tras noche. Sucede en algún punto entre blog y blog que comienzo a ver borroso y escribir mal y felizmente sé que ha llegado la hora de dormir. Pongo pantalla contra teclado en un movimiento rápido y me acuesto sobre el espacio que antes ocupara mi almohada (ahora temo usarla) a continuación: muerte de entre siete y diez horas. A veces algún sueño macabro se cuela por la mañana y despierto de mal humor, para lo que tengo otra cápsula mágica.
Mi verdadera cura está ahí, esperando, dosificada según dictan los astros por mis doctores en dos citas por semana a horarios convenientes. Me dejaron sin espacios en blanco, o en espacio blanco: cita-preguntas-llanto-regaño-receta-farmacia-vaso con agua-tragar-pensar-pensar-pensar-tranquilidad-ZAS! toca el turno al dolor en las vías urinarias, es muy tedioso como para describirlo completo.
Mentí, lo hago siempre, sí llevo una vida semiparalela. Me escondo en el fondo de un pasillo decorado de árbol de cuyas ramas cuelgan faldas, collares, vestidos, diademas, mascadas, bolsos, moños y zapatos que huelen a frutas. Aquí anido, desde aquí escribo, aquí en el fondo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

¡Muerte a las ideas!

Tuve una idea, algo sobre lo cual escribir. Mi primer impulso fue abrir el blog (este) y describirla pero pensé que sería mucho más prudente escribirla antes de mandarla a la redemuerte, así que abrí una nota adhesiva (o su equivalente en versión electrónica) y de inmediato la idea murió. Fue descomponiéndose vertiginosamente en palabras-conceptos separados por comas, después de cuatro palabras espasmódicas era todo; mi idea exhibicionista había rechazado mi recato y me abandonó. No puedo acceder a ella, desapareció, la he olvidado. A partir de las palabras que dejó puedo decir que incluía siete días y sucesos constantes; seguramente habría dicho que salí a caminar, que pasé de cinco a siete horas viendo series de televisión por internet, que no logré leer más de veinte páginas de mi libro en turno: que los turnos se están volviendo muy largos, pero no sé cómo lo habría dictado... Qué más da. Debió ser una mala idea.
Ahora digo "tuve una idea", comienzo diciendo "tuve una idea" aunque debería decir "aborté una idea".

sábado, 15 de mayo de 2010

Caminata nocturna

En lugar de estar haciendo fila afuera de un bar o salón de eventos paseábamos a Reiko. A mí me preocupaba comenzar a verme vieja al lado de esos rostros feos pero infantiles que pululan la vida nocturna con tanto entusiasmo, a ti te preocupaba el patetismo de nuestra caminata familiar. Creo que nos preocupaba lo mismo, sólo que tú no te sentiste resignado sino apresado y (en cuanto a mi preocupación) envejecer es inevitable. Ahora, decir "envejecer" a los veinte puede sonar melodramático, lo sé. Soy una pronta vieja melodramática.
Cuando te fuiste Reiko se quedó viendo hacia la calle y buscándote en otros autos. La vi alerta; con las orejas paradas y el cuerpo tenso, con la vida dirigida en dirección de tu partida, preguntándose, de esa forma en que los perros preguntan con los ojos y las orejas y esperan respuesta, qué había pasado contigo. Creo que esperaba atenta tu regreso.
En lugar de dormir y detener el paso del velo de la edad sobre mi rostro escribo esto porque estoy cansada y dormir no se me da cuando mi vejiga amenaza con montarme un drama.

Just another sick dream

Andábamos mi mamá y yo caminando por un barrio descuidado, lleno de transeúntes y habitantes, sucio, con casas grandes ocultas por ramas, cables y basura. Gris. Toda la actividad de la calle hacía olvidar un poco las edificaciones decadentes.
Llegamos a nuestro destino, visitábamos la casa-refugio que mi tía había restaurado para acoger a niños que hubieran sufrido abuso sexual. Era una casa de ladrillo, poco patio, muy amplia por dentro, escaleras y armarios de madera blanca gastada.
Ella nos esperaba en la entrada, nos presentó a los atormentados habitantes; lucían todos muy contentos en sus atavíos exageradamente infantiles, como si intentaran regresarles algo de su virginidad e inocencia haciéndoles usar ropas representativas de la niñez. Nos mostró la casa: arriba el pasillo cuadraba el espacio y conducía a cinco habitaciones; del lado izquierdo las de las niñas, del lado derecho las de los niños. No vi más, me pareció que tendría tiempo después, nuestra estancia sería de varios días. Bajé a curiosear e intenté abrir la puerta triangulada bajo la escalera, la madera estaba vieja, la pintura se caía y la puerta no cedía. Cedió por fin de un empujón y antes de que lograra asomarme una voz aguda y agitada me pidió que no entrara, volteé a verla, era una niña de unos diez años: era blanca, pelirroja, llevaba el cabello ondulado y largo en una coleta baja y un vestido rosa apagado. Dejé la puerta, me acerqué preguntando por qué no había de entrar. De inmediato imaginé que ahí les torturaban, imaginé una mesa con ataduras y un verdugo sucio y gordo que servía a mi tía y a los "voluntarios", imaginé orgías alrededor de los pequeños cuerpos resignados y sentí horror, indignación. Ella no dijo nada. Se fue y comenzó a subir las escaleras, corrí tras ella furiosa, decidida a hacerla confesar, la alcancé en la mitad de su ascenso, me tumbé, la lleve hacia mi entrepierna y sostuve su cabeza roja sin enfrentarme a forcejeos. La solté, se fue. Me quedé ahí jadeando por un momento con la piel húmeda e hinchada, luego me paré de un salto para irla a buscar (CALLA CULPABLE CALLA CULPABLE PERDÓNAME). No la encontraba, comencé a llorar, entré en el cuarto donde sabía que dormía, vi su cama, sus vestidos y ella no aparecía. Busqué por el resto de las habitaciones sin éxito.
Estaba confundida, estaba aliviada de su desaparición.

domingo, 9 de mayo de 2010

El día en que el hombre nació

Intento una oración tímida desde mis labios tiesos y avergonzados; ruego por tu felicidad y tal vez por un poco de gracia para desearla. Me recreo, egoísta quizás, en la belleza de tu existencia y sonrío, y luego de nuevo me siento acongojada por no saber pedir por ti.
No sé rezar amor mío pero si supiera diría alabanzas en tu nombre. No sé cómo decir las ráfagas de amor que siento.

domingo, 2 de mayo de 2010

Fotos

Tal vez tenemos fotografías de cuando éramos pequeños enmarcadas en nuestros departamentos porque esa niña nos parece linda, simpática o bonita y es reconfortante verla y pensar "soy yo" y al mismo tiempo no serlo más pero seguir emparentado. Como si fuera nuestra hermana en el tiempo. Somos nuestra propia hermana en el tiempo.