Tras mi propio rastro- Hechizos

lunes, 4 de febrero de 2013

La dieta

Habían pasado apenas dos días desde que depositó dos bragas, un pantalón, desodorante y otros componentes del kit de supervivencia en casas ajenas y, junto con la perra había mudado su residencia temporalmente a la casa de su amantenovio. 
Ya se había acostumbrado al lado derecho de la cama, ya se había acostumbrado a la antes extraña sensación de sentirse observada mientras fingía leer y en lugar de leer revisaba cuentas de Instagram ajenas, ya estaba acostumbrada a estar absorta en un texto y voltear de repente y encontrar los ojos de él perdidos en su dirección, como si la viera, pero no la veía, aunque tal vez la estuvo viendo, hacía ya algunos párrafos, cuando ella no fingía leer y seguramente (pero nunca lo sabría) lucía encantadora.
Desde hacía unas horas la habían asaltado unas ganas obsesivas de comer galletas, pero como el desayuno había sido excesivo y el almuerzo también sentía que no podía simplemente proponer ir al Oxxo a comprar porquerías, además cada dos días clamaba estar a dieta, lo proclamaba para que él le dijera que estaba flaca y que era innecesario. 
¿Mi brazo se ve como el de ella? -preguntó mostrándole la foto de una amiga cercana de brazos regordetes-. No, para nada -respondió él-. ¿Vamos al Oxxo?