Tras mi propio rastro- Hechizos

miércoles, 13 de octubre de 2010

Difícil de explicar



En este cuarto se formarían infinitos triángulos. Si me limitara a mi posición actual con respecto a todos los objetos y a dos objetos entre sí, podría hacerme vieja trazándolos, podría morir y renacer y seguir uniendo puntos con rectas invisibles... posibles. Ahora estoy sentada en la cama, con la espalda recargada en la pared, veo casi de frente la cocina y hay un triángulo punzando que no puedo ignorar por su gran peculiaridad: se forma entre el espejo, la puerta de la alacena y yo, son mis ojos y el espejo verdaderos cómplices; si veo al frente hay solo una puerta blanca y a la izquierda el espejo me revela la imagen de una botella de salsa para carne que logra captar entera desde la angosta apertura de la puerta de la alacena. Todo esto es más que un escaleno (¡si fuera tan simple!), me aterra pensar en los secretos que cada esquina guarda detrás y en la forma en que un punto distante los puede develar.

1 comentario:

  1. En dicha proliferación de intrincadas geometrías se revela, a mi parecer, el cansado, desesperante e insoportable hecho de que para los seres inherentemente semióticos el fluir de los fenómenos nunca deja de generar sentidos. Parece imposible que su "azarosa" contigüidad espacial y temporal deje de reelárseles a aquellos como texto. Es esa concatenación siempre posible de objetos y sucesos la sintaxis del mundo. No podrían ocurrir las cosas aisladamente para un espíritu así; de ahí su constante aflicción, la de la ardua tarea de trazar punto por punto delgadas líneas de relaciones entre los estados de cosas para descubrir en el código de las estructuras, las formas ocultas. No hay otro mundo para ellos que el que les aterra en sus secretas geometrías posibles.
    Berumen.

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