Tras mi propio rastro- Hechizos

domingo, 19 de febrero de 2012

Post-Valentine's

No sabemos rastrear las diminutas conexiones que desatan el derrumbe; el atractivo y decadente "efecto mariposa". Hablamos, sin saberlo, de muchas cosas, alguna vez se trató de ayudar a los amigos a elegir flores para sus novias, las canciones de ruptura, las canciones para un mes después de la ruptura: que pueden ser las mismas. Ropa interior complicada, incómoda, una cena, chocolates con relleno de cereza.
Ser la peor pareja no importa, porque el amor se trata -en cierta dimensión- de ilusión, la ilusion de que existe el equilibrio, de que dos personas (que luego caerán al pozo por separado) podrían haber compartido una vida larga de pasión y amistad.

Orgasmos frustrados, llanto vulgar de despedida de domingo, llanto vulgar de despedida en el aeropuerto, llanto legítimo de orgasmo frustrado, llanto legítimo de quiero un cachorrito, llanto vulgar de no sé qué hacer con mi vida.

Las cenas que se van acumulando en el infinito, las mejores y las peores, las conocemos porque a veces, a la mitad del día, viajando en el metro, las imaginamos. Pastelitos, chocolates, cerezas, dulce, dulce, dulce... Llamadas telefónicas y pleitos telefónicos, y el "te extraño" necesario que nunca conoció el aire. Una llamada más justo después de colgar, para de nuevo no poder decir que... Y luego volver a colgar y sentirte enojada y escuchar a Billie Holiday y llorar por tu impotencia mientras limpias la cocina porque el amor se disuelve en la vida cotidiana.

Hay que poder tomar el pulso del tiburón y no temer anunciar su muerte.

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