Tras mi propio rastro- Hechizos

jueves, 3 de febrero de 2011

Monstruos contemporáneos

Amanecí en mi departamento, lleno de muebles volteados y cosas regadas por el suelo; libros y cuadernos deshojados, fotografías rasgadas, discos quebrados, recuerdos rotos... La ropa que traigo puesta es la misma con la que salí anoche, sólo que sucia, muy sucia y arrugada, como paseada por la banqueta tirada por un cordón. Me duele la garganta.
No encuentro a nadie, no contestan el teléfono, todos ellos me han abandonado. Al evocar sus rostros y personas vienen también ráfagas de imágenes confusas: sus rostros de disgusto, preocupación y espanto; gente rojiza bloqueándome en semicírculos; puertas lejos a las que me acerco; aceras; portales; cables de luz... su rostro. Intento tomar un vaso para servirme agua y me percato de cuán dolorido tengo el cuerpo y, de nuevo, el dolor trae ancladas consigo sensaciones: forcejeos, alaridos, golpes, me retuerzo entre los brazos de una masa dura sin rostro y la maldigo con mi último aliento.
Dicen que fui yo, que yo hice todo esto, que también corrí tambaleante al cruce de caminos y ofrecí mi alma por unos kilos menos, que me arrastré por las calles lamentando mi vida, que golpeé vengativamente a quienes vinieron en mi ayuda, que violé la armonía de mis pertenencias y quise tirarme desde la ventana. Eso dicen, yo creo que no es cierto, yo no haría nada de eso.

1 comentario:

  1. La forma de adueñarte de toda lo que acontece me fascina, y hablo de las referencias menos eruditas de tu texto, beso, beso.

    ResponderEliminar