Tras mi propio rastro- Hechizos

sábado, 5 de febrero de 2011

Reconocer (primera parte)

La conocí en un mes muy caluroso: agosto. Teníamos amigos en común y en una fiesta terminamos conversando aisladas y borrachas acerca del curso de la vida, las coincidencias mágicas y nuestro signo zodiacal. 
Hacer amigas, hay que decirlo, nunca ha sido mi fuerte; termino huyendo, muchos hombres dicen que por inseguridad, yo digo que no puedo dejar de competir y resulta exhaustivo. Pero curiosamente este no fue el caso. Los planetas estaban armónicamente alineados y comenzamos una relación fecunda y alegre.
La vida pasaba. Nosotras nos contábamos, la mayor parte del tiempo, nimiedades cómicas o anécdotas trascendentes; estas últimas con recelo. Cada quien se enamoraba y desenamoraba conforme la Luna dictaba, y un buen día se ató una soga al cuello y se paró sobre un banquito delicadamente tallado en madera: había encontrado a un hombre con el que quería estar "de verdad".
Pasábamos mucho tiempo juntas y su presencia era para mi olfato una nube de perfume y productos aromáticos, la olía a la distancia y cuando se iba, sus aromas tardaban más en desaparecer.
Ese día llegó agitada y sonriente, nos pusimos a acomodar unas cosas, tuvo que pararse en una silla y percibí ligeramente un olor conocido. Inhalé más hondo y no pude contener una sonrisa de complacencia al reconocer en ella el olor que tantas veces había detectado en mí luego de múltiples encuentros de placer y orgasmos; olor a semen acumulado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario