Tras mi propio rastro- Hechizos

lunes, 27 de diciembre de 2010

Puerto

El viento sopla fuerte y me hace reducir la velocidad. Mi cabello baila y se enreda en montones alrededor y sobre mi rostro. Contra el agua azul-plateada a unos metros; más cerca de la playa, se ve una figura negra que se mueve aun más lento que yo, oscila y regresa sus pasos.
Huele a mar.
Años atrás mi madre y un niño (el único) que vivía cerca de mi antigua casa encontraban diversión al señalarme la playa "Mar, mira el mar".
El sol ya se ocultó hace algunos minutos pero su resplandor ilumina todavía esta playa hinchada.  Mi camino lleno de arena se va oscureciendo conforme mis pasos se adelantan y dejan atrás más viento y palmeras sacudiéndose. Comienza a hacer más frío.
La música suena fuerte en mis oídos. Fuera de estos audífonos suena a soledad, a vacío, a noche joven y a yates viejos, enmoheciéndose varados uno al lado de otro, igual que los turistas ancianos que miran desde sus terrazas blancas el horizonte.
Yo voy, sigo andando, paralela al mar en sus ondulaciones.

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