Tras mi propio rastro- Hechizos

sábado, 3 de diciembre de 2011

Almas y hojas

Aquellas hojas no terminaban de caer. En el cuadro apenas se mueven, bajan; creemos, pero después de algunos años sin verlas tocar el suelo comenzamos a sospechar que, entre parpadeos, retroceden hacía las ramas, vuelven a ellas como enamoradas. 
Bajan, amarillentas, azucaradas. Llaman para avisar que ya casi llegan y las almas sedientas de la tierra, ciegas, crédulas, alzan las manos, acercan las bocas, los sexos ansiosos y las hojas no llegan al suelo.
Las almas no las pueden tocar porque las hojas están superpuestas en nuestra pupila, son cataratas, manchas, no son más que motas de polvo fijadas en el cristal. 

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