Me confundo. Estoy sentada, esperando, esperándote y creo escuchar el sonido de tu auto acercándose; finjo incredulidad sólo para calmar mi próxima desazón al darme cuenta de que, como bien sé, no eres tú ni vas a serlo. Puedo poner un número límite, decir: después de 26 carros dejo de esperar, y aun entonces mis células seguirán insistiendo en que sienten la atracción que causa tu llegada. Falso. No habrá llegada, no esta en la agenda. La agenda bajo la que vivimos la rige la X carta (local) del Tarot que funge desde la masa cerebral de un individuo al mismo tiempo arrojado al precipicio y atado de un pie. Yo no sé de la Fortuna, sólo adiviné hace tiempo algo de la mía: la gira un diablillo que me odia.
Tras mi propio rastro- Hechizos
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