Tras mi propio rastro- Hechizos

sábado, 15 de mayo de 2010

Just another sick dream

Andábamos mi mamá y yo caminando por un barrio descuidado, lleno de transeúntes y habitantes, sucio, con casas grandes ocultas por ramas, cables y basura. Gris. Toda la actividad de la calle hacía olvidar un poco las edificaciones decadentes.
Llegamos a nuestro destino, visitábamos la casa-refugio que mi tía había restaurado para acoger a niños que hubieran sufrido abuso sexual. Era una casa de ladrillo, poco patio, muy amplia por dentro, escaleras y armarios de madera blanca gastada.
Ella nos esperaba en la entrada, nos presentó a los atormentados habitantes; lucían todos muy contentos en sus atavíos exageradamente infantiles, como si intentaran regresarles algo de su virginidad e inocencia haciéndoles usar ropas representativas de la niñez. Nos mostró la casa: arriba el pasillo cuadraba el espacio y conducía a cinco habitaciones; del lado izquierdo las de las niñas, del lado derecho las de los niños. No vi más, me pareció que tendría tiempo después, nuestra estancia sería de varios días. Bajé a curiosear e intenté abrir la puerta triangulada bajo la escalera, la madera estaba vieja, la pintura se caía y la puerta no cedía. Cedió por fin de un empujón y antes de que lograra asomarme una voz aguda y agitada me pidió que no entrara, volteé a verla, era una niña de unos diez años: era blanca, pelirroja, llevaba el cabello ondulado y largo en una coleta baja y un vestido rosa apagado. Dejé la puerta, me acerqué preguntando por qué no había de entrar. De inmediato imaginé que ahí les torturaban, imaginé una mesa con ataduras y un verdugo sucio y gordo que servía a mi tía y a los "voluntarios", imaginé orgías alrededor de los pequeños cuerpos resignados y sentí horror, indignación. Ella no dijo nada. Se fue y comenzó a subir las escaleras, corrí tras ella furiosa, decidida a hacerla confesar, la alcancé en la mitad de su ascenso, me tumbé, la lleve hacia mi entrepierna y sostuve su cabeza roja sin enfrentarme a forcejeos. La solté, se fue. Me quedé ahí jadeando por un momento con la piel húmeda e hinchada, luego me paré de un salto para irla a buscar (CALLA CULPABLE CALLA CULPABLE PERDÓNAME). No la encontraba, comencé a llorar, entré en el cuarto donde sabía que dormía, vi su cama, sus vestidos y ella no aparecía. Busqué por el resto de las habitaciones sin éxito.
Estaba confundida, estaba aliviada de su desaparición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario