Tras mi propio rastro- Hechizos

viernes, 5 de agosto de 2011

Cabeza

Foto de http://www.underdogph.com/
Entraban y salían de la habitación, apenas se fijaban en mí; les bastaba saber que estaba ahí. Yo permanecía inmóvil en mi salubre pesebre, me encogía con los días y mi piel adelgazaba. Cada vez los sentía mejor sin tener que abrir los ojos, ni reconocerlos, ningún gesto era necesario en aquel mutuo acuerdo de indiferencia y dolor. Fue al fin el dolor el que asentó su reino en mi cuerpo, condenando cada gota de sangre, de orina. Me repetía que estaba sola, que siempre estaba sola y que tal vez mi soledad no terminaría en el cuarto mal iluminado en el que ahora me encontraba. En el delirio aun podía distinguir el cruel absurdo que era que mis merodeadores vistieran de blanco. Los demonios disfrutan esas farsas. 

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