La conversación amigable con un escritor a la que habían sido invitados, se había convertido hacía ya quince minutos en un soliloquio desenfrenado, a modo de defensa, del autor de las microficciones acerca de los comienzos de la novela; los libros artúricos, las cortes francesas del siglo XIII, etimologías italianas, larguísimos procesos de asimilación, la arbitrariedad de los géneros literarios...
Ella dio un vistazo a su celular para revisar la hora, lo guardó, tomó su bolso cuidando no hacer ruido, empujó la silla hacia atrás y se levantó, a punto de dar la espalda volteó y le lanzó al escritor angustiado de párpados obscuros un beso que sopló desde las yemas de sus dedos...
Cuando volvió a escuchar, el monólogo continuaba y ella seguía sentada. Apoyó su cabeza en la mano de la que bien podría despegar un beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario