Tras mi propio rastro- Hechizos

martes, 14 de junio de 2011

Alas

Estaba acostada en la cama sin esperanzas de leer, escribir, ver una película o dormir. Permanecía sólo recostada, fijando la vista en los distintos muebles que cabían en el ángulo permitido por la cabeza: la ventana y la puerta siempre, y afuera, enmarcado en la ventana un juego de poder entre el azul y el rojo. 
De pronto toda su atención se centró en un pequeño cuerpo que se movía desde antes, pero desenfocado, en la escena; una mosca había estado dando vueltas imprecisas sin variar la altura más de diez centímetros. La mosca estaba atrapada en una búsqueda imperfecta y torpe, tal vez de felicidad, de libertad, de paz o de amor, tal vez huía a la muerte, pero desde el colchón y sobre la imagen de la esquina del imponente edificio atisbado desde adentro del piso, su trayectoria lucía absurda. La pequeña diosa de la pereza se preguntó si acaso nuestra heroica humanidad tiene el mismo aspecto para Dios.
Por fin, levantó el cuerpo de la cama con paso seguro hacia lo cocina, iba por el insecticida.  

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